La leyenda del calamar gigante sigue viva
Necropsia realizada a un calamar gigante hallado en Luarca. | Eloy Alonso
- Un biólogo alemán publica en España un 'thriller' sobre esta mítica especie
Noche cerrada en la isla neozelandesa de Kaikoura. Un inquieto biólogo marino escucha ruidos en la bahía y agudiza la vista hacia la oscuridad. De repente, comienzan a surgir luces del agua. Cientos, miles de ellas iluminan la escena nocturna. No es un fenómeno paranormal, sino las fosforescencias que emiten miles de calamares gigantes con las células luminiscentes de sus tentáculos.
Ésta es una escena de 'El Rojo' (Editorial Planeta), una novela escrita por el zoólogo alemán Bernhard Kegel, reconvertido hace dos décadas en escritor de «ficción científica muy cercana a la realidad», como él la describe. Lo que ocurre en Kaikoura es algo que muy bien puede suceder en la realidad en una fosa abisal existente junto a Kaikoura, donde los calamares gigantes llevan una existencia envuelta en la mitología.
«Esas células llamadas fotóforos, del tamaño de un puño, emiten una luz muy clara que les sirve para cazar, camuflarse y llamar la atención del sexo opuesto en la fase reproductora. Es probable que cuando llega el momento de copular en las fosas abisales, todos los calamares iluminen la escena en la profunda oscuridad marina», señala Kegel.
Los calamares gigantes siguen rodeados de leyenda, en gran parte debido al desconocimiento que se tiene de ellos. Las profundidades a las que viven hacen imposible, de momento, su investigación. Pero existir, existen. Pruebas de ello hay muchas.
Bernhard Kegel posa junto a un calamar gigante conservado en Luarca. / G. C. D.
La única imagen lograda de estos seres míticos en su medio se tomó en febrero de 2007. Un equipo de investigadores japoneses logró que uno de ellos se enganchara en su cebo, una potera grande, mientras la cámara consiguió una secuencia de imágenes de vídeo.
Al final, el ejemplar prefirió perder un tentáculo para liberarse. Izada la extremidad a la superficie, su dimensión permitió conocer su tamaño: más de 17 metros. Las ventosas tenían el tamaño de un huevo. Según se observa en las fotos, el calamar atrapado disparó de forma trepidante sus células luminiscentes para zafarse del anzuelo agresor.
El más grande que se conserva tiene 17 metros y está en un oceanográfico de EEUU. En España también existen, aunque son más pequeños. Luarca mantiene un museo dedicado específicamente a Peludín, el nombre común que se da a esto seres en Asturias, porque cuando se empieza a descomponer la carne, se convierte en una especie de barba.
Denuncia ecologista
Muertos, los calamares gigantes son muy feos. Nada que ver con la vistosidad de su piel y la capacidad de cambiar de colores y hacerse transparentes en un instante. Quienes pescan calamares conocen esa transformación en fantasmas marinos con dos enormes ojos.
Hay más de 750 especies de calamares, aunque la gente apenas distinga entre pulpo y calamar. Y otras muchas que todavía no se han descrito para la ciencia. La leyenda de Kraken, el mítico calamar gigante capaz de mantener una pelea a vida o muerte con un cachalote, nace precisamente de ese gigantismo capaz de envolver con sus tentáculos un pesquero y sumergirlo en las profundidades.
Hay uno especialmente gigante, el calamar coloso ('Mesonychoteuthis hamiltoni') que vive en el Hemisferio sur en el océano Antártico y es el protagonista de la novela de Kegel. El más grande nunca visto, con 20 metros y de un color rojo intenso, emerge en la playa de Kaikoura y se merienda un delfín a la vista de todos y al día siguiente a un buceador.
El thriller científico-ecologista de Kegel hace emerger a la superficie a las criaturas abisales a consecuencia de un maremoto que lleva hasta la playa a estos moluscos sin concha. Es sólo una excusa para denunciar que cada día aparecen más calamares gigantes a consecuencia de que las redes de arrastre llegan cada vez a mayor profundidad.
La culpa también la tienen los sónares de los buques militares, de prospección petrolífera y los oceanográficos, que causan la muerte de estas y otras especies. El buque español Hespérides provocó varios casos en 2003 frente a Asturias. Ahora, sus viscosos e inertes cuerpos se pueden ver en formol en el Aula del Mar de Luarca.
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