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El gato Óscar perdió sus patas traseras amputadas por una cosechadora. Ahora puede correr y saltar gracias a los implantes biónicos que le han implantado en una operación pionera en el mundo.
Las nuevas patas son implantes hechos a medida que fijan el tobillo al pie mediante bioingeniería capaz de imitar el proceso por el que el hueso de las astas del ciervo crece a través de la piel, según el estudio recogido por la BBC.
La operación fue llevada a cabo por Noel Fitzpatrick, un cirujano veterinario de Surrey. El gato, llamado Óscar, fue derivado a Fitzpatrick por su veterinario local en Jersey tras sufrir un accidente el pasado octubre en el que fue alcanzado por una cosechadora mientras dormitaba al sol.
La prótesis llamadas transcutáneas e intraóseas para la amputación (Itaps por sus siglas en inglés) fueron desarrolladas por un equipo de la 'University College London' liderado por el profesor Gordon Blunn, director del Centro de Ingeniería Biomédica.
El profesor Blunn y su equipo han trabajado en colaboración con Fitzpatrick para desarrollar estos implantes capaces de soportar peso, combinando ingeniería mecánica con biología."Hemos puesto una pieza de metal y una 'pestaña' por dentro para unirlas al tobillo. La verdadera revolución es que han sido tratadas con una sustancia que permite que el hueso y la piel crezcan a su alrededor", afirma el veterinario. A continuación las patas mecánicas fueron encajadas sobre uniones 'de vaivén' al final de la prótesis, permitiendo el movimiento completo.
Según ha declarado el profesor Blunn a la BBC, la idea inicial era desarrollar este tipo de prótesis para pacientes con amputaciones que conserven el muñón. La tecnología Itap esta siendo probada en humanos y ya se ha usado para crear una prótesis para una mujer que perdió su hombro en julio de 2005 en un bombardeo.
El éxito de esta operación demuestra el potencial de una tecnología que puede transformar el futuro de la ortopedia.
Comienza el verano. Llega lo que se suele llamar buen tiempo: días largos, cielos despejados, calor, sequedad... y muchas estridencias. En el paisaje sonoro el verano es el tiempo de los insectos; un intervalo dominado por chirridos y zumbidos que, no obstante, comienza y acaba con unos sonidos broncos, contundentes. La estación comienza en junio con los ladridos de los corzos en celo y concluye en septiembre en medio de los bramidos de los ciervos, también en celo. Así pues, se puede acotar el verano como el tiempo que va del corzo a la berrea.
En efecto, tiene lugar por estas fechas la ladra del corzo. En los bosques, hacia los extremos del día o en plena madrugada, se escuchan los ladridos ásperos y cortantes de los machos en celo. No es fácil ver un corzo, pese a su abundancia. Estos parientes menores de los ciervos viven en la espesura, se confunden con las sombras, son muy vulnerables y rehúyen cualquier contacto; por eso las más de las veces, lo único que percibiremos de un corzo será un ladrido bronco, seguido del estruendo de las ramas rotas y el retumbar del suelo del bosque.
Pero el verano es, ante todo, calor, tiempo de bochorno y zumbidos, sol y moscas, sopor. Sólo con pasear un rato por un pinar de pinos resineros, entre el estrépito de las chicharras, se comprende bien el sentido de la palabra "achicharrarse".
Andando el verano en el cielo restallarán tormentas secas y el aire, igualmente seco, se cargará de electricidad. Y con ellas, pero también de la mano de muchos pirómanos, llegarán los incendios forestales. Quizá sea esta la verdadera canción del verano, una composición diabólica que siempre sigue el mismo desarrollo: crepitar del fuego, los quejidos como lamentos de los troncos ardientes, voces de tensión miedo y el estruendo de los medios de extinción. Demasiado a menudo, en verano el monte es un escenario de emergencias.
Pero incluso sin fuego, con el calor el campo suena a sequedad. Todo rechina, chirría, y el paisaje es pura estridencia. Sólo de noche, en la atmósfera húmeda, la atmósfera sonora se suaviza y las voces de los animales parecen perder sus aristas. El verano es, ante todo, época de fiestas y verbenas. Pocos lugares habrá en los que los ruiseñores, los autillos, los chotacabras no armonicen con el crepitar de los cohetes, con las melodías lejanas de la música amplificada.
La primavera se ha despedido con lluvia. Con suerte, y si el cambio del clima lo permite, a primeros de septiembre alguna tormenta descargará sobre unos pastos amarillos, nacerá la primera hierba fresca y desde el fondo de los montes se escucharán unos potentes bramidos. La berrea de los ciervos pondrá fin así a los calores del verano.
Los investigadores han identificado 800 especies que emiten ruidos. | Carlos Lago.
Los océanos ya no son el remanso de paz que imaginábamos. La contaminación acústica producida por el hombre afecta cada vez más a sus habitantes. Varias investigaciones habían alertado ya de que los ruidos emitidos por los barcos despistan a mamíferos marinos como ballenas y delfines, llegando a provocar su muerte.
Los peces emiten sonidos para comunicarse, orientarse, buscar comida y evitar depredadores
Ahora, un nuevo estudio ha analizado los efectos del ruido de embarcaciones, plataformas petroleras y gasísticas en los peces y ha demostrado que les afecta tanto como el tráfico de vehículos a los animales terrestres.
"Los peces emiten sonidos para comunicarse (por ejemplo, para atraer a sus parejas o disuadir a sus rivales), orientarse, buscar comida y evitar depredadores. El ruido provocado por el hombre puede estar enmascarando importantes sonidos biológicos y poner en peligro su reproducción y su supervivencia", explica por correo electrónico Hans Slabbekoorn, el principal autor de esta investigación, publicada en 'Trends in Ecology and Evolution'.
Y es que la contaminación acústica puede despistar a los animales y alejarles de las mejores zonas para encontrar comida o reproducirse. Y no sólo eso. También les produce estrés, lo que a su vez puede afectar negativamente a su crecimiento y su capacidad reproductiva.
¿Y cuáles son las especies más afectadas? Muchos peces, aunque no todos, emiten sonidos. Los científicos conocen unas 800 especies aunque su sensibilidad auditiva es distinta. Además, los peces que sí los emiten han sido poco investigados. Entre los más conocidos están la perca, el arenque o el bacalao. Los investigadores creen que la anguila también los produce aunque la realidad es que todavía se desconocen los detalles sobre su capacidad para emitir y percibir sonidos.
En general los peces detectan mejor los sonidos en un rango de entre 30 y 1000 Hz, aunque algunas pueden hacerlo en rangos de entre 3.000 Hz y 5.000 Hz, según este estudio. Por ejemplo, el bacalao del Atlántico tiene una sensibilidad auditiva media mientras que la carpa dorada o pez rojo es capaz de oír a altas frecuencias.
Los científicos han observado que los arenques, el bacalao y el atún se desenvuelven peor en ambientes ruidosos e intentan refugiarse en otras zonas.
La destrucción del hábitat, la contaminación y la caza furtiva son algunas de las heridas que hoy desangran a nuestro planeta, en España los porcentajes son verdaderamente preocupantes, el 37% de los vertebrados está en peligro de extinción y el 7% casi por desaparecer.
Otra de las causas del deterioro existencial de los animales en España, es la incorporación de animales foráneos, produciéndose un cambio brusco en un ecosistema ya definido, que a corto y largo plazo negativamente desplaza a especies nativas.
Cuando las especies viven su propia historia bajo las leyes del planeta (inundaciones, terremotos, sequias, etc.), es cuando se acepta su disminución natural, no obstante el ser humano suma su inconsciencia a una selección que se torna en un color llamado “extinción”.
Estas son algunas especies de España que peligran por este capricho del consumismo desmesurado de la humanidad: